La diosa Tanit es de origen oriental. Primero aparece asociada a Astarté en un inscripción encontrada en Sarepta, en el S del Líbano, de fines del siglo VIII-inicios del VI a.C.
Pero a partir del siglo V a.C. se convierte en la diosa principal del panteón de Cartago, substituyendo a su predecesora. En la epigrafía a menudo aparece denominada Tnt pn B’l (Tanit faz de Baal), siendo, pues, una manifestación, o incluso la divinidad paredra, del dios Baal, aunque con el tiempo acabará apareciendo sola en las inscripciones. A partir del 400 a.C., su culto está documentado en muchos lugares mediterráneos: Sidón en el Líbano; Kition en Chipre; Thinissut, Hadrumentum y Constantina en el N de África; Tharros, Sulcis y Nora en Cerdeña; y Lilibeo y Palermo en sicilia. Su grafía en púnico es Tnt, dado que las lenguas semitas se escriben sin vocales.
Pero, a pesar de que su nombre aparece escrito como Tanit, por algunas inscripciones bilingües norteafricanas, sabemos que en griego se transcribe como , y que, en consecuencia, su pronunciación verdadera, al menos en época tardía, sería aproximadamente Tinit.
Tanit
era una divinidad de carácter astral, representada por el creciente lunar, asociada al dios de la agricultura (Ball Hammón), por ello regía los ciclos de la naturaleza y, por tanto, la fertilidad de la tierra, pero también de los animales y de las personas. Tenía igualmente un carácter de diosa ctónica, del subsuelo, y por tanto del infierno, la salud y la muerte, por lo que era protectora de los difuntos. Mientras que su asociación con el león, influencia de la diosa egipcia Sehmet le confería un carácter guerrero casi inédito en la época. Su culto en es Culleram está inequívocamente testificado por la inscripción más reciente de la plaquita encontrada en 1923, que dice que el santuario está dedicado a “Tanit la poderosa”.
Justamente, en algunas representaciones de terracota la diosa aparece entronizada, como símbolo de su poder. Así mismo, el gran número de exvotos en forma de figuras femeninas acampanadas cubiertas con un manto en forma de alas (influencia de la egipcia Isis), con sus atributos religiosos de carácter vegetal y astral, iconográficamente coinciden bien con representaciones de esta diosa.
La asociación en Cartago de Tanit con la divinidad de origen egipcio Sid, representada por el pilar djet y cuyo culto se celebraba también en una cueva, plantea la asociación de esta diosa con el pilar como elemento de culto (Sd-Tnt = Tanit la del Pilar) y, por tanto que, dado que la tradición anicónica de los pueblos semitas, que su imagen de culto fuera un pilar, o un betillo. Justamente, los pequeños betillos y las diferentes terracotas encontradas en es Culleram ilustrarían, al menos teóricamente, el paso de las representación anicónica (betilo, ídolo-botella) a la ictónica (figuras femeninas).
El Gad
El texto púnico tardío de la plaquita metálica encontrada en 1923, dice que, además de Tanit, el santuario está dedicado a Gad. Éste es un ente divino, muy poco conocido en el mundo fenicio-púnico, pero que se equipara a la Tychè de los griegos y a la Fortuna de los romanos. Sería, por tanto, una especie de genio o daimon benefactor, que en época tardía, al menos en el Próximo Oriente helenístico, asume el carácter de divinidad tutelar de una tribu, de un lugar o de una ciudad.
En el texto de es Culleram no queda suficientemente claro si la inscripción se refiere a Gad como un ente independiente, o bien como una propiedad de Tanit y, entonces, ésta sería “Tanit la poderosa y de la buena fortuna”. Esta última posibilidad queda reforzada por el hecho de que una inscripción neopúnica de Maktar (Túnez), se refiere a Tanit como “Fortuna del cielo”, la cual debe ser la misma que la Fortuna Caelestis de una inscripción latina de Numidia. En tal caso, Tanit tendría también el atributo de diosa del destino, y su culto un posible carácter oracular.
No obstante, podría haber alcanzado también un carácter de protectora de la ciudad, procuradora de la buena fortuna, como es característico de la Fortuna helenística y romana. Así inclinaría a creerlo el hecho de que en es Culleram se hayan encontrado algunos fragmentos de pebeteros con una corona almenada, símbolo de las fortificaciones de la ciudad, como es habitual en las representaciones de aquélla.